Lo vi entonces. Era un niño de pelo rubio y ojos azules. Nunca había visto alguien así. Se estaba ahogando en el río. Mi instinto me dijo que no era algo bueno intentar ayudarlo, pero no hice caso y busqué algo para que se agarrase. Encontré una rama un poco pesada. Se la lancé y conseguí traerlo a la orilla. No habría los ojos, no sabía qué hacer. Pero volví a ver el azul de su mirada y suspiré, aliviada.
Él se levantó y me sonrió.
-Gracias, me has... salvado la vida.
-No es nada. Soy Alexia. - le tendí la mano.
-Yo Joel. - me la estrechó con fuerza.
Cuando nuestras pieles se tocaron, ambos sentimos una corriente de electricidad que hizo que ambos retrocediéramos. En mi mano derecha había ahora gravada una estrella y en mi hombro, una luna. Él tenía, en cambio, en la mano una luna y una estrella en el hombro.
-Au. - me quejé.
Oí voces. Eran mis padres.
-Me tengo que ir. Ya nos veremos algún día.
Me despedí de él y corrí hacia donde venían las voces. No volví a verlo en años.